
letras clavan sentimientos
de un sinfín de soñares
que cada punta enlaza
sobre la madera añejada.
Es en este sitio donde
ella deja de ser madera
para transformarse en
tinta y papel sujetando
a cada instante ese clavo
y esa punta que traspasan
nuestros palpitares
agonizantes, amados,
matizando nuestras tempestades,
que a veces gritan, que a veces
callan, plasmando en golpes una
y otra vez nuestras palabras.