Manantiales de armonías
llegan cuando los rayos
del último sol tocan la piel
brillante de ese día que terminó.
Como cuerdas a las miradas
finitas trasmutan en colores
sumergibles en torno a una
voz, que acongoja, que invita a
acercarse iluninando el pentagrama
de ensoñación.
¿Se modificarán los acordes que
inventamos con música de diapasón?
¿Qué recorrían el entorno vanidoso
teñido de un gran amor?
Trascenderán las palabras que
sondearon el alrededor creyéndose
todas ellas propietarias de un corazón
ambulante, que se ve en reparación.
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