domingo, 1 de enero de 2012

Clavados en letras.

Cada una de las
letras clavan sentimientos
de un sinfín de soñares
que cada punta enlaza
sobre la madera añejada.
Es en este sitio donde
ella deja de ser madera
para transformarse en
tinta y papel sujetando
a cada instante ese clavo
y esa punta que traspasan
nuestros palpitares
agonizantes, amados,
matizando nuestras tempestades,
que a veces gritan, que a veces
callan, plasmando en golpes una
y otra vez nuestras palabras.

Cerrojos.

Ahogadas noches clavan en mi
la pesadez de mis días que me
hacen sucumbir, frente al espanto,
de lo encerrado en lo cual me hallo
sin poder escapar.
No encuentro las llaves, para liberar
mi cuerpo, mi alma que siguen
encadenadas a un dañar.
Me desdoblo ya no sé quien soy,
que siento, y me pregunto: ¿Aún estoy?
Me busco, me recorro, no  me encuentro
persigo mi voz, parece haberse ido como
me estoy yendo yo.
Presiento el sonido, mis sentidos han
enmudecido, no los siento, y sigo aún,
allí distante, a lo lejos, me rodeo, no
me encuentro.
Logro escucharme apenas , añoro
los días en que me escuchaba.
Cerrojos de mi vida, ábrance, he cumplido
mi condena, me liberaré.


Aritmética de los sentidos.

Tocar el cielo con el mar,
las voces con la luna,
la aritmética mixta de los
sentidos, hundirle las uñas,
a los espacios medidos.
Ahora, untarle a las horas
un poco de aire, un sueño
silente para acompañarte,
construyendo un abrazo
en torno a los fuegos que
quedaron dentro para
iluminarte, para construir
un abrazo que sostenga
tu vuelo, que aquieten
las aguas que te traen
de nuevo, en los tiempos
cercanos que cura el
desencuentro, construyendo
quimeras de amor y de hielo.